La Exhortación sinodal sobre la vida consagrada indica: “La vida espiritual, por tanto, debe ocupar el primer lugar en el programa de las familias de vida consagrada, de tal modo que cada instituto y cada comunidad aparezcan como escuelas de auténtica espiritualidad evangélica. De esta opción prioritaria, desarrollada en el compromiso personal y comunitario, depende la fecundidad apostólica, la generosidad en el amor a los pobres y el mismo atractivo vocacional ante las nuevas generaciones (V C 93).
Nuestra espiritualidad es Josefina. El espíritu de nuestra Congregación nos exige configurarnos con Cristo sencillo, humilde y lleno de celo quien al lado de María y José creció en edad, sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres, dedicó su vida al anuncio del Reino y buscó en todo el agrado del Padre y nos enseña con su vida un camino integral de crecimiento y maduración, para vivir nuestra vocación Josefina.